Somos malos hermanos. Se nos da de maravilla descalificar al vecino. El cotilleo de rellano poniendo a parir al inquilino de más arriba es algo tan nuestro que es difÃcil imaginar una finca en la que no se despellejen los unos a los otros. El problema es que metidos en faena, la escalera se nos queda pequeña y las redes sociales han facilitado a los buscadores de nuevos horizontes para el insulto la posibilidad de salir del portal. Ahora las cosas van un paso más allá. Ya no hace falta encabronarnos con el de arriba cuando arrastra los muebles a primera hora del sábado, ahora podemos odiar a quien queramos.

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