Parte de la magia que tienen esta novela de 1922 es que los pasajes de monólogos internos son mayoría frente a la pura narración, algo que te puede hacer odiarla y amarla a partes iguales. Y sin embargo, aún sabiendo el lío en el que me metía tratando de analizar esta novela debido a su complejidad, siempre hay un detalle, una palabra clave que te hace entenderlo todo (o casi), y mi palabra clave en este caso fue Grecia...

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